El Blog de Emilio Matei

viernes, 26 de abril de 2013

Armas por la tarde

Nunca me opuse a las armas de juguete. Siempre consideré a la violencia como una de las pasiones humanas y por lo tanto que hay que lidiar con ella, mal que nos pese. Pero aceptar su existencia no implica dejarla actuar sin límites.
Un arma de juguete, como cualquier otro juguete, es parte de la relación entre el juego infantil y la adultez. Habla de aventura, agresión y autodefensa y ningún niño, que yo conozca, se volvió asesino por jugar con armas de juguete. Si no yo, que pertenezco a una generación de émulos de cawboys, sería parte de una generación de asesinos. Y en todos los casos que vi a padres fundamentalistas en ese sentido, vi a hijos apuntando con armas tal vez tan sencillas como el dedo índice convertido en pistola.

Horario de protección al menor

Pero una cosa es jugar con armas de juguete y otra muy diferente es hacer la apología de las armas verdaderas. Y esa apología se hace, sin ningún pudor ni tapujo, en los canales del cable llamados culturales. Para ser más preciso, en National Geographic, Discovery y History Channel.
Durante las tardes se pasan una cantidad de programas sobre el uso de armas. Los hay de pruebas de armas históricas, de máquinas de tortura en diversos momentos de la historia, que nunca pasan por Guantánamo o Abou Ghraib, por cierto, modificación de armas para obtener más potencia, más penetración, mayores daños en las víctimas, sean vehículos o personas, mejores silenciadores, etc. etc. etc. Los blancos pueden ser modelos de seres humanos hechos de gelatina o cerditos muertos, que en todos los programas aclaran que son lo más parecido a un ser humano que se puede usar para ver los daños que produce un arma. De más está decir cuáles son los comentarios de los participantes de estos programas cuando los daños son terribles. Comentarios del tipo de: esto le habría arrancado un brazo, o una pierna, o le hubiera hecho estallar la cabeza como una sandía, son habituales. Todos precedidos por el consabido ¡WOW! de admiración excitada gritado a coro por los participantes de la prueba.



Con toda picardía los usuarios de estas armas son de lo más variado. No se trata de gigantes tipo mercenario en África, que también los hay. Hay muchas mujeres, lindas y feas, jóvenes y viejas, tipos con cara de mecánicos y otros con caras de intelectuales anteojos incluidos, algunos con pinta de deportistas y otros de campesinos. Toda tipología está representada, como si el amor a las armas fuera tan común a todo tipo de persona o, mejor dicho, como si fuera natural en toda persona el amor las armas.
Hay hasta programas que hacen competencias para construir cañones con los materiales más variados. Dos o más equipos compiten con los mismos materiales para fabricar un cañón que luego se prueba y se critica. Se muestra el uso de cañones de bronce, hierro, madera, automáticos, primitivos, miniaturas y de todo tipo imaginable.
La cámara lenta muestra, con gran despliegue estético, como explotan granadas, bombas, automóviles o aviones y casas. Hasta hay un programa cuyo objetivo es divertirse destruyendo cosas de la manera más espectacular posible. Por último, hay programas en las que vendedores expertos en locales de venta de armas cuentan con detalle ventajas y desventajas de tal o cual arma para tal o cual uso.

Todo esto en horarios en que nuestros chicos y sobre todo adolescentes, si llegan a estar enfermos o no van al colegio, podrán instruirse y tomar conciencia de que las armas no son malas en sí, son divertidísimas y apasionantes, y a lo sumo no son peores que quien las usa, como se dirá alguna vez si hace falta justificar la barbaridad de promoverlas de modo tan espectacular.

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