—Dime, Johnny, ¿hoy estás para
la zoofilia? ¿Llamo a Bobby?
—No lo se, Dolly, estoy con la
cabeza en otra cosa. Estos muchachos rebeldes sirios me tienen loco. Tienen tan
poca moral.
—Pero yo estoy caliente.
—Tú siempre estás caliente,
Dolly.
—¿Y si voy al baño un rato y después
nos dedicamos a la coprofagia?
—No, te dije que entre los de Al
Qaeda y los leales a Bashar Al Assad no sé con cual quedarme y eso me la deja por el suelo.
—Johnny, ¿estás envejeciendo?
—Tienes sobradas pruebas de que
eso no es cierto, ¿te acuerdas ayer lo que hicimos con el niñito down? ¿Nuestro
día nacional de la pedofilia? ¿Te parece que eso lo hace cualquiera?
—No, es verdad, pero era un down
gay.
—Y para colmo ese negrito. No
hay caso, la gente elige cualquier cosa para la Casa Blanca.
—Bueno, pero este se porta
bastante bien. ¡Tengo LSD! Qué dirías de un poco de sexo sesentezco.
—Lo que tengo son unas buenas
fotos de un asesinato a mansalva de soldados, las podemos publicar. Y con lo de
los gases del otro día. Qué te parece si intervenimos con la excusa de que hay
que poner orden, de que si no lo hacemos todo está perdido para Siria.
—Puede ser, así terminamos de
una vez. Y yo llamo a Rosmary. Me encanta el trío con una mujer de ochenta y
siete y sin dientes.
—Ok, ve a buscarla y yo pego
una lamidita al morocho, digo, llamadita.
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