El Blog de Emilio Matei

lunes, 3 de junio de 2013

¿Armas químicas? ¿Cuáles?

Hace unos días Francia se hizo cargo de la acusación a Assad, el dictador sirio, del uso de armas químicas. Por una vez parece que no fueron sólo rumores sino que alguien presenció sus efectos. Se trató de un periodista francés. La primicia la tuvo el diario Le Monde.
La noticia fue difundida por todos los medios de importancia del mundo. Por fin un dato verificable. Pero, ¿hasta qué punto lo es y qué es lo que verifica?
Aquí no se trata de poner en tela de juicio la probidad del periodista que presenció los hechos. Supongamos, entonces, que lo que escribió es lo que efectivamente vio.
La descripción deja más incógnitas que respuestas. Y la primera pregunta es ¿dónde estaba el periodista?, que no fue afectado.
El gas, incoloro, inodoro e insípido, dijo, produjo en los combatientes que estaban en acción, irritación, vómitos, algunos escupieron sangre y terminaron por boquear como peces fuera del agua, según sus propias palabras. El comentario se vuelve admirativo cuando dice que las víctimas del gas siguieron peleando durante un buen rato aún bajo los efectos del mismo.

Gaseados Kurdos
En la nota no se hace mención a si alguno murió por los efectos del gas, como sucedió no hace demasiado tiempo con los habitantes de unos pueblos kurdos cerca de la frontera de Irak, o si tuvo secuelas particularmente odiosas, como sucedía con los gaseados con gas mostaza de la primera guerra mundial cuando lograban sobrevivir.

La verdad es que la descripción se parece más a la de gente sometida a la mezcla de gases lacrimógenos con vomitivos, una mezcla creativa que gusta a los policías latinoamericanos cuando tienen oportunidad de usarla.
No sería mala idea, al contar hechos de esta naturaleza, que ya sabemos que pueden terminar en la destrucción de un país, discriminar entre gases tóxicos no necesariamente letales, los del tipo más próximo a los que se usan para disuadir a los manifestantes, de los que son fabricados sólo para asesinar.


En realidad, las armas químicas, por malignas que sean, no son necesariamente letales. Las hay de muchos tipos. Muchas de las cuales están más próximas a herramientas de tortura que a dispositivos para quitar la vida. Y si el uso de gases para reprimir motines es justificador de invasiones, no queda nadie exento.

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