Hace unos días Francia se hizo
cargo de la acusación a Assad, el dictador sirio, del uso de armas químicas.
Por una vez parece que no fueron sólo rumores sino que alguien presenció sus
efectos. Se trató de un periodista
francés. La primicia la tuvo el diario Le
Monde.
La noticia fue difundida por
todos los medios de importancia del mundo. Por fin un dato verificable. Pero, ¿hasta qué punto lo es y qué es lo que verifica?
Aquí no se trata de poner en
tela de juicio la probidad del periodista
que presenció los hechos. Supongamos,
entonces, que lo que escribió es lo que efectivamente vio.
La descripción deja más
incógnitas que respuestas. Y la primera pregunta es ¿dónde estaba el
periodista?, que no fue afectado.
El gas, incoloro, inodoro e
insípido, dijo, produjo en los combatientes que estaban en acción, irritación,
vómitos, algunos escupieron sangre y terminaron por boquear como peces fuera del agua, según sus propias palabras. El comentario se vuelve admirativo cuando dice que las víctimas del
gas siguieron peleando durante un buen rato aún bajo los efectos del mismo.
Gaseados Kurdos |
En la nota no se hace mención a
si alguno murió por los efectos del gas, como sucedió no hace demasiado tiempo
con los habitantes de unos pueblos kurdos cerca de la frontera de Irak, o si
tuvo secuelas particularmente odiosas, como sucedía con los gaseados con gas
mostaza de la primera guerra mundial cuando lograban sobrevivir.
La verdad es que la descripción
se parece más a la de gente sometida a la mezcla de gases lacrimógenos con
vomitivos, una mezcla creativa que gusta a los policías latinoamericanos cuando
tienen oportunidad de usarla.
No sería mala idea, al contar
hechos de esta naturaleza, que ya sabemos que pueden terminar en la destrucción
de un país, discriminar entre gases tóxicos no necesariamente letales, los del
tipo más próximo a los que se usan para disuadir
a los manifestantes, de los que son fabricados sólo para asesinar.
En realidad, las armas químicas, por malignas que sean,
no son necesariamente letales. Las hay de muchos tipos. Muchas de las cuales están más próximas a herramientas
de tortura que a dispositivos para quitar la vida. Y si el uso de gases para
reprimir motines es justificador de invasiones, no queda nadie exento.
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