El Blog de Emilio Matei

lunes, 31 de diciembre de 2012

Hombres y perros desesperados

No hay nada más antagónico al respeto por la naturaleza que los  hombres y los perros cuando están desesperados. Los dos animales son eficientísimos cazadores y casi ningún mamífero se les resiste.

Hombre tocando
el sitar
Para convencer a un hombre que no cace, hay que darle alguna forma de alimentarse que pueda preferir. Y crear una conciencia filosófica de protección del entorno. Por supuesto y como es bien sabido, primero hay que llenar las panzas y después hablar de filosofía. Todos los que intentaron el camino contrario terminaron muertos o desnutridos o hindúes, los que lograron para combatir el hambre, mediante la introspección y acompañados por el sitar, estar muertos, desnutridos y vivos al mismo tiempo.

Y si la filosofía no alcanza para convertir a los hombres en protectores del medio ambiente, hay otra política que he visto funcionar bastante bien. Y es la de encarecer las balas. Es curioso, estos días se vio a un comediante norteamericano hacer un stand up, versión norteamericana de lo que se solía llamar contador de chistes o comicastro de feria y que ahora se puso tan de moda por esto lares, refiriéndose con humor a la masacre de niños en una escuela, diciendo que lo que había que hacer no era prohibir las armas sino encarecer a las balas. Él proponía que cada bala costara cinco mil dólares y la idea era que para matar a alguien haría falta juntar dinero durante bastante tiempo o conseguir un crédito.
Esta idea yo la vi en acción en el Delta del Paraná durante el período del uno a uno, un peso un dólar. Cuando los cartuchos de escopeta superaron el dólar de precio y cuando la miseria arreciaba, se dejó de matar pájaros a diestra y siniestra para hacer tiro al blanco, y la fauna voladora reaccionó en dos o tres años de una manera maravillosa. Maravillosa, claro, para los que nos encantan los pájaros. Hay muchos que se quejan de que hoy en día es imposible dormir de mañana por el escándalo ornitológico.

Y respecto a los perros, esos animalitos inteligentes, compañeros y gregarios, necesitan que se complete su imagen con unos atributos más. O, al menos, mostrar como muchos de sus comportamientos son deletéreos para el medio ambiente.

Es cierto que un perro abandonado come todo lo que puede y si consigue formarse en jauría, como pudo haber dicho cualquier socialista, conseguirá mucho más éxito en cubrir sus necesidades. ¿Pero qué pasa con los perritos que tienen dueño?
Aquí me tengo que poner antipático. Todos saben que para el dueño de un perro nada hay más perfecto e intocable que su perrito, sobre todo si sustituye a un hijo no tenido o no tenible. Lástima que su perrito forme una jauría con los de su vecino apenas le dan oportunidad, que mata por placer, sí, el perro de ciudad o transculturado y sobrealimentado que anda por aquí mata por placer, y que casi ningún animal sobrevive a las alegres diversiones de los cuzcos en patota, salvo, tal vez, las ratas, que consiguen reproducirse a velocidades mayores que la que tiene el exterminio a las que las someten los perros.
Y anticipándome a los comentarios de propietarios de perritos del medio urbano, les comento que un perro de departamento le tiene miedo a un gato, a una rata, y si te descuidás, hasta a una cucaracha. Pero apenas lo dejas juntarse con perros de campo o de monte, si no se lo comen, o más bien si no lo muerden y lo corren, teniendo en cuenta que no hay como la sodomía para hacer amigos, y sabiendo que las perras tienen entrada libre en los bailes salvo que haya muchas perras ya, lo convierten en una máquina de matar que puede liquidar a cualquier gato o rata que se le cruce por delante. Claro que la psicopatología del perro urbano dice que hay algunos cuya cobardía e incompetencia para sobrevivir es tan acentuada que los hace irredimibles.

Si alguna vez alguien tuvo oportunidad de ver cazar a un grupo de perros en un pajonal, verá que usan la misma técnica que usan los lobos para cazar lemmings bajo la nieve y los osos polares para romper la capa de hielo y cazar a una foca bebé.
Ver a los perros más experimentados dar el ejemplo a los perritos de salón, debo reconocer que es fascinante. Pero muy malo para el ecosistema supuestamente natural.

Aguará Guazú o zorro de
los pantanos
Acá, en una zona de las islas del delta del Paraná donde estoy escribiendo este artículo, llegué a ver cuises, en primavera solía ver a la mamá cuis con los cuisitos detrás, y hasta una nutria. Ya es imposible. Siempre soñé, como los que esperan que aparezca el extinguido lobo marsupial en Oceanía, que alguna vez volvería a ver una nutria o un carpincho salvaje pasar por mi jardín. Ni pretendo un lobito de río, un ciervo de los pantanos o un aguará guazú, solitario lobo o zorro de los pantanos que por su mismo gusto de la soledad come sólo lo que necesita. Los simpáticos perritos dejados en libertad por la gente para que puedan respirar un poco, se hicieron cargo de esto.


Así que, si dejas andar solo a tu perro por el monte, no me hables de equilibrio de la naturaleza, amor a los animales, ecologismos o nada por el estilo. No agregues la hipocresía a tu conducta de predador o, como mínimo, de quien contribuye a depredar sin mayor compromiso personal pero con una responsabilidad cierta.

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