El Blog de Emilio Matei

jueves, 6 de diciembre de 2012

El estado más pequeño posible

Todos los delincuentes del mundo, desde los vaciadores de empresas líderes hasta los vendedores de buzones en las cercanías de las estaciones de trenes donde llegan los ingenuos campesinos, piensan que el estado tiene que ser lo más chico posible y dejar a la gente hacer negocios tranquila. Total, después las riquezas se desparraman en la sociedad sin importar cómo fueron creadas.

Se me ocurre que sería una buena práctica pensar lo del estado chico en términos de policía.
Por qué no imaginar un estado con pocos policías federales y sin policías provinciales. Un estado en el que los más poderosos armen policías privadas que organicen la defensa de sus bienes y personas. Y para el resto, esperar que esos policías privados, al cubrir zonas muy amplias, los incluyan en su protección.

Derecho de pernada

En un caso como éste es fácil imaginar que los propietarios de las policías privadas y los mismos jefes policiales se dedicarían a exigir el derecho de pernada(*) sobre las novias por casarse, dinero adicional por la protección a la que no estarían obligados y alimentos un poco más contundentes que las tradicionales pizzas sin cargo retiradas por los patrulleros. Total, quién podría impedírselo. ¿Alguien puede dar ejemplos de una fuerza policial autoreprimiéndose?  Si hasta cuando surge algún peregrino ataque de conciencia en el cerebro obnubilado de un efectivo, siempre hay a disposición un sacerdote para poner las cosas en su lugar.

Si ese mundo del poder de los policías tan parecido al de un feudalismo desencadenado parece irracional y más humorístico que otra cosa, dejar a los que tienen mucho dinero, o a las súper empresas, hacerse cargo de la gente, me parece mucho más disparatado.

(*)  El tema del derecho a desvirgar a la novia antes del casamiento debe ser entendido aquí como puramente retórico. Es bien sabido que ya no quedan novias vírgenes ni muchos que las deseen.

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