El Blog de Emilio Matei

miércoles, 23 de enero de 2013

Más triste que uruguayo contento

No sé si la frase del título es originaria de un stand up montevideano o si viene de más lejos. Lo que sí, nadie critica mejor la idiosincrasia de un país que alguien local en un momento de inspiración. Y el humor uruguayo, inteligente y despiadado, es paradigmático en el Río de la Plata. Así y todo, no creo que nadie esté condenado a la nostalgia, como los porteños, o a la tristeza, como los uruguayos. Al fin de cuentas, con matices muy próximos el uno del otro, son los sentimientos que prevalecen en los que creen que no tienen futuro.
Pero el futuro existe igual, por más que no se vea, y siempre vale la pena tratar de construirlo uno antes de que lo construyan los demás en beneficio propio.

Inmigrantes en Montevideo
Con una diferencia notable en la inmigración: preeminencia temperamental de los italianos en Argentina y del sentido trágico de los españoles, Hemingway dixit, en Uruguay, con un idioma casi idéntico, Buenos Aires y Montevideo tienen grandes diferencias. Y los dos países también. Uno es enorme y rico y el otro es chico y rico. Sí, Uruguay también es un país rico aunque les cueste creerlo a los mismos uruguayos. Buena tierra, buen clima, buena educación pública, buenos médicos, buenos músicos tanto clásicos como populares, aunque todo quede algo oscurecido, le verdad sea dicha, por una bruma de alcohol, droga y esoterismos varios, sostenidos por un discurso triste y desesperanzado que muchas veces se vuelve irracional, como si todos esperaran que fuerzas cósmicas los ayudaran a tener al menos un poquito de trascendencia, una trascendencia que les parece negada por la triste realidad que les tocó en suerte en una tirada de dados cargados.

Hace un tiempo se me ocurrió hacer la siguiente cuenta, dividir la tierra aprovechable por el número de habitantes de los dos países. Es decir, que eliminé los kilómetros cuadrados no habitables o incapaces de producir alimentos, como los de la alta montaña, desiertos, etc. Mi cálculo, forzosamente, no fue preciso, pero da que cada argentino tiene como mucho un veinte por ciento más de tierra aprovechable que un uruguayo. Y eso si uno es muy voluntarista.
Ya sé que se puede argumentar en mi contra que la minería y el petróleo también son definitivos en la riqueza de un país y puedo aceptarlo. Pero Uruguay dispone de toda su población y riquezas en una distancia máxima de algo más de setecientos kilómetros lo que abarata y facilita todo tipo de transacciones y gestiones, lo que se constituye en una real ventaja competitiva. Voy a dar un ejemplo: Hace unos treinta años, un policía con una planilla en una esquina importante de Montevideo, en la plaza del Entrevero, era el que detectaba a los que no habían pagado la patente automotor en la ciudad. Tenía la lista en la planilla, nada de electrónica por aquellas épocas, de las chapas patentes de los morosos a los que detenía uno a uno cuando los encontraba, y les ponía una multa. Teniendo en cuenta que la población de Montevideo no se modificó demasiado desde ese tiempo tal vez un sistema así podría seguir funcionando al costo de un salario.

Jaime Roos
Hace unos días escuché a Jaime Roos, notable cantautor uruguayo, decir que la población de su país no había crecido desde los años sesenta hasta ahora. No me acuerdo qué quería demostrar con eso porque quedé impactado por el dato del que, de alguna manera y con menor precisión, ya había dado cuenta. En ese interín la población de la Argentina se había casi duplicado. Teniendo en cuenta que los uruguayos se reproducen tan bien como cualquiera, si no basta ver las comunidades de uruguayos que se fueron formando en Australia, Canadá, España e, inclusive, Argentina, la única razón lógica para que Uruguay siga siendo un país centrífugo es que hay una enorme falta de oportunidades. O que, para decirlo con mayor precisión, la gente lo siente así.
No hace mucho, en una reunión en Piriápolis en la que había varios jóvenes, escuché, después de la consabida sarta de comentarios nacionalistas, chauvinistas y como mínimo irónicos hacia los porteños, los habitantes de Buenos Aires; que en Uruguay no hay futuro. Idea que o todos compartían o nadie se atrevía a negar. Y cómo podría haber futuro en un país en el que la industria no se desarrolla y el campo sigue concentrado en empresas que, salvo que no les quede más remedio, no ampliarán su plantilla de personal.

Aún sin tener acceso a información precisa, a datos confiables, la sola mirada sobre la realidad hace aportes fundamentales a la comprensión. Que uno sepa leer correctamente esa realidad es otra cosa, pero siempre tiene sentido intentar comprender lo que sucede. Y con ese objeto listaré aquí alguna información que creo que habla de por sí de una gestión de gobierno de izquierda que después de varios años, o es bastante impotente o es equivocada.

  •  Uruguay tiene una población casi constante desde los años sesenta.
  • El poder adquisitivo de los uruguayos es aproximadamente la mitad, sí, el 50%, del de los argentinos.

¿Y por qué esa diferencia en poder adquisitivo?
  •  El combustible para los coches cuesta poco menos del doble de lo que cuesta en Argentina => El transporte público en Uruguay es mucho más caro que el argentino.
  • Los alimentos son más caros.
  • La energía eléctrica es tan cara que mucha gente prefiere pasar frío a calefaccionar las casas.
Como se ve, el perfecto cóctel de un país orientado a la producción de materias primas por, entre otros factores, el alto costo que tendría la mano de obra industrial debido al costo de vida.

La razón de estas diferencias sale, fundamentalmente, de la existencia o de la falta de subsidios del estado o, dicho de otro modo, de una política redistributiva escasa o limitada. Y con una mirada clásica, lo que se desprende de estos datos es que Argentina, como otros países del Mercosur, al menos estos últimos años tiende a la industrialización. Uruguay, en cambio, se mantiene en una economía que favorece a la producción de materias primas o con poco valor agregado y a las finanzas, lo que no se aleja ni poco ni mucho de lo que el liberalismo económico pretende de los países como los nuestros.

La respuesta que recibo en Uruguay la mayor parte de las veces cuando hago estos planteos es: ¿Y de dónde pensás que el gobierno puede sacar dinero para los subsidios?

Los subsidios del estado se consiguen cuando se pelea duramente contra los grandes propietarios de la tierra, los monopolios u oligopolios de explotación de materias primas y cuando se crea una política fiscal adecuada.
En concreto, siempre es posible luchar por mejorar las condiciones de la gente y desarrollar el país. Lo que no está garantizado es el éxito ya que los enemigos son enormes y poderosos. Pero la conciencia de las características del enemigo no deberían volvernos conservadores, a lo sumo prudentes y nunca tristes. Como dice Correa, el presidente de Ecuador: no dejen que nos roben la alegría.

Triunfo electoral del Frente Amplio
Manifestación popular
Por último, y sin querer desbocarse, es verdad que el Frente Amplio ha hecho bastantes acciones de estado a favor de la población más carenciada, pero los tiempos corren y si el mundo nos dio un tiempo para avanzar sin demasiadas contras, no se puede ser tan morosos que cuando todo cambie, destino inevitable en un mundo en el que tenemos tan poco poder de decisión, nos encuentre apenas dando los primeros pasos de un camino bastante largo. Cuanto más hagamos más difícil será que nos vuelvan atrás. Y sin querer escaparse hacia adelante o, como tal vez diría el Pepe, correr más rápido de lo que dan las patas, la prudencia, como la morosidad, el conservadurismo, la burocracia, la traición y la cobardía, pueden expresarse del mismo modo. Por ahora el pueblo uruguayo, a pesar de algunos importantes beneficios conseguidos estos últimos años, sigue sufriendo de pobreza y de falta de futuro. Y la tristeza sigue siendo la forma que tiene de expresar su alegría.

En lo escrito más arriba hay declaraciones demasiado generalizantes, lo sé: nada es totalmente de un modo. Pero para poder hacer una síntesis de las ideas hay que quedarse en lo que parece más significativo, aún con la posibilidad de inducir a error o pasar por demasiado dogmático. Espero, aún con esperanzas limitadas, que eso no suceda. 

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