Cuatriciclos |
Hace
tiempo, también, le pregunté a un policía que me había parado para controlar
mis documentos por qué no paraba nunca coches de lujo con vidrios polarizados.
No se lo dije de buen modo porque no estaba de humor, pero el policía no se
inmutó, me dijo en un tono docente algo desalentado que no valía la pena. Mirá,
me dijo, si lo paro, baja la ventanilla y me dicen ¿qué sucede agente? Y me lo
dicen con una sonrisita que si pudiera le metería una trompada que no le
dejaría un diente sano y que me mandaría directo a la cárcel. Si le pido los
documentos pueden pasar dos cosas, que me los muestren siempre con el mismo
gestito o que cierren la ventanilla y sigan viaje. Y yo qué puedo hacer, ¿voy a
sacar la pistola y les voy a tirar? Si les pongo una multa saben ellos y sé yo
que no la van a pagar nunca por lo que no pierdo tiempo ni gasto papel. Así son
las cosas. Ellos siguen a ciento ochenta o doscientos kilómetros por hora y yo
les deseo un lindo accidente, que se hagan mierda, y a otra cosa mariposa.
En el
Partido de la Costa ,
dos chicos en cuatriciclo chocan, uno, de once años, queda en coma. ¿Pero no
era que había que tener dieciséis años como mínimo para conducir vehículos
automotores y, en algunos casos, llevar casco? No, parece que en zonas
turísticas, sobre todo en las que veranea gente de alto poder adquisitivo, no
hace falta. Y las calles se llenan de chicos, a veces de nueve y diez años,
manejando vehículos que pueden alcanzar velocidades de hasta ochenta kilómetros
por hora.
Aún más,
en Mar Azul, donde terminan las urbanizaciones del Partido de la Costa , hay una especie de
avenida de arena de unos cincuenta metros de ancho que corre al borde de una playa que no suele
tener más de treinta, y que la separa de la civilización.
En esa avenida sólo pueden circular motos, cuatriciclos y vehículos cuatro por
cuatro. Es decir, que si uno quiere ir a la playa a pegarse un baño de mar,
tiene previamente que cruzar esa vía enloquecida de niños y adultos que
disparan a toda velocidad convencidos de que son una especie de Indiana Jones. ¡Y
para colmo somos campeones del Dakar en cuatriciclo! No hay Chapulín Colorado
que nos pueda defender ahora.
Moto de agua |
Pero la
cosa no se reduce a los caminos. En las islas del delta del Paraná, en el
partido de Tigre, las motos de agua, hechas para llevar como mucho a dos
personas, es posible verlas transportar a mamá, papá y hasta tres hijitos
instalados como el queso en un sándwich de hamburguesa doble. A veces con
salvavidas, a veces no, dado que el espacio no alcanza. Y el que conduce puede
ser uno de los chicos. Y todo a la vista de los vigilantes de la Prefectura , encargados
de la seguridad en el agua.
Como
dice Segismundo en La Vida
es Sueño de Calderón de la Barca :
qué privilegios tuvieres que yo no gocé
jamás.
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