El Blog de Emilio Matei

miércoles, 27 de febrero de 2013

Como el Uruguay no hay

La decisión de la Suprema Corte de Justicia Uruguaya separando de su cargo a la jueza que tenía en sus manos cincuenta juicios por delitos de lesa humanidad, ¿signo de solidez o de debilidad?

La situación se complica en Uruguay. La impunidad ganó otra batalla. O al menos eso es lo que parece aunque yo no estaría del todo seguro.
Me pregunto si la derecha tradicional representada por los dos partidos históricos a los que pertenecen los jueces de la Suprema Corte de Justicia, se siente tan fuerte como para golpear a la sociedad mayoritariamente volcada a la izquierda a riesgo de producir una reacción incontrolable.
Es cierto que enfrente tiene a un gobierno en permanente conflicto que no termina de resolver problemas económicos y sociales. Un gobierno que hasta ahora siempre dio la sensación de que no se decide a dar un paso definitivo hacia delante, hacia el desarrollo industrial y un esquema impositivo más justo a partir de una mayor presencia estatal y que, muy a menudo, termina cediendo a criterios neoliberales. Pero un enemigo común y poderoso tiende a unir y a terminar con discusiones bizantinas y tibiezas varias. Y la Suprema Corte de Justicia es esa clase de enemigo.

De qué vale un plebiscito

Hay algo en lo que es necesario ponerse de acuerdo. Si se trata de delitos de lesa humanidad no hay plebiscito que valga ni pueblo que pueda tomar, mediante su voto, decisiones en contra de los juicios.
Es fácil demostrar esto por vía de un par de ejemplos que para mí ponen en evidencia la falacia de ciertos argumentos. ¿Existe alguna circunstancia en la que un estado pueda hacer votar, y un pueblo pueda hacerlo afirmativamente, por la exterminación por ahorcamiento de todos los pelirrojos? Si después de la 2ª guerra mundial los alemanes hubieran votado por una ley del olvido de los crímenes en los campos de concentración, ¿sería aceptable esa decisión sólo por ser el resultado de un plebiscito? Y lo mismo valdría para algún artículo constitucional que permitiera alguna de esas barbaridades.
En síntesis, creo que la discusión sobre la validez de los plebiscitos termina apenas los delitos son considerados de lesa humanidad, y es así por la propia definición de los términos.

La pregunta que me queda pendiente es si esta expresión de soberbia de los partidos tradicionales, mediatizada por la decisión de la corte, ¿no servirá  para sacudir el avispero y producir más beneficios para los que están por un Uruguay moderno y socialmente avanzado que para los conservadores?
No estoy seguro de que esto vaya a ser así ya que no puedo evitar sentir que estoy expresando mis deseos. La gran movilización, por desgracia, tampoco asegura nada. Si no, basta ver lo que sucedió con el mayo del ’68 en París que terminó con gobiernos más a la derecha todavía. Pero, más allá de las circunstancias internacionales, tan interesantes, sigo creyendo que Uruguay tiene reductos, reducidos tal vez pero siempre vivos, de una reserva inagotable de ingenio y valentía que hace mucho que no está a la vista pero que puede resurgir en cualquier momento para crear un país que nadie más que un uruguayo podría imaginar.


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