Papa Francisco |
En un momento en que la pedofilia,
el acompañamiento y la validación de los actos de la peores derechas y una incapacidad congénita a reconocer
sus errores, cualquier avance por parte de la iglesia, por mínimo que fuera,
era esperado con ansiedad por la mayor parte del mundo católico. Y Francisco
podía ser el encargado de modificar a ese sistema tan anquilosado en un tiempo
lejano que dejó de tener apego a la realidad, en cuanto a las costumbres de
estas épocas que corren, hace muchísimo, engrampado a un fundamentalismo que supone atemporal, estructurado en unos paradigmas a los que ningún analista de la historia del catolicismo podría
aceptar como constantes en el tiempo.
Los argentinos, por otra parte,
con nuestro tradicional espíritu triunfalista, festejábamos también la elección
de este Papa, una especie de Messi de la sotana.
Pero volviendo a las esperanzas decididamente ingenuas de
cierta izquierda francesa, el Papa a dado muestras de que no está dispuesto a
modificar ninguno de los parámetros fundamentales de la iglesia. Invitó el sábado
15 de junio a parlamentarios franceses, una delegación de senadores y diputados
que lo visitaban, a no dudar en derogar las leyes, si fuera necesario, para dar
la indispensable calidad que eleve y ennoblezca a la persona humana.
Manifestación contra el matrimonio homosexual |
El Papa hizo referencia al aborto, la eutanasia, las nuevas
normas de la bioética y al matrimonio entre homosexuales. Agregó, además, que
es necesario insuflar a las leyes un suplemento, un espíritu, un alma que no
refleje solamente las modas y las ideas del momento.
La argumentación del papa es casi la misma que utilizaron
las manifestaciones contra el matrimonio homosexual que estas últimas semanas,
en medio de violencia y presencias xenófobas y neonazis, hubo en París.
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