Botella al mar |
Lo primero que viene a la mente es el mensaje de un
enamorado o de una enamorada. Alguien que quiere dar transcendencia a su éxito
o a su fracaso en una relación con el otro sexo. Alguien que, a lo mejor, no
tiene interlocutor para contar su alegría o su tristeza.
El mensaje estaba escrito en el ticket de un parque de
diversiones, el Tashmoo Park, inaugurado en Detroit a fines del siglo XIX.
También se puede esperar el mensaje de un romántico a
alguien del futuro, tal vez muy lejano. Mira, diría el mensaje, yo soy así.
¿Cómo serás tú? Y lo pongo en tú y no
en vos porque esos mensajes tratan de
llegar de la mejor manera posible y para eso se les suele dar una forma neutra,
no del todo coloquial, que acentúa el lugar común del medio que se eligió para
enviarlo.
Qué más se puede poner en una botella no sabiendo a quién
va dirigida ni cuánto tiempo pasará antes de que alguien la lea o si será leída
alguna vez.
¿Una denuncia que podría costar la vida de quien la hace?
¿Un amor ilegítimo que se desborda en la imposibilidad de ser compartido con
los demás? ¿Un pedido de ayuda desesperado?
No hay caso, un mensaje embotellado y tirado a las aguas
tiene un encanto kitsch muy especial. Pero mucho más especial es el descubrir
que no dice nada de lo esperable.
¿O sí? Tal vez la interpretación del mensaje que han hecho
los medios sea parcial. Más acorde a la moral actual que a lo que puede haber
reflejado con su texto tan minimalista.
Parque de diversiones |
Dos chicas, una de las cuales tenía veintidós años en 1916,
firmaron el mensaje. Esa chica ya no puede contar cuáles fueron las
motivaciones que las impulsaron, a ella y a su amiga, a enviar un mensaje con
ese contenido y de ese modo. Tillie Esper murió en 1984. Su nieto, que pasó a
la fama sólo por ser eso, el nieto, nunca había oído hablar del tema.
Having a good time at Tashmoo, decía el mensaje: La pasamos bien en
interpretación literal y básica del mismo, le asignan un significado como corresponde a dos ex jóvenes, abuelitas al fin, al menos una de ellas, y respetables finaditas en la actualidad, de paseo por un parque de diversiones muy divertido en una pura y lejana juventud.
Pero. ¿Y si el mensaje ocultara algo mucho más interesante? ¿Y si
en ese parque las abuelitas hubieran perdido su virginidad en manos de un
feriante mexicano? ¿Y si en realidad el alcohol y una pegajosa tarde de verano las hubiera impulsado a una
relación lésbica en la ribera del río Saint Clair?
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