El Blog de Emilio Matei

jueves, 29 de agosto de 2013

Los límites de la democracia

Si hay un tema escabroso es el de los límites de la democracia. Y eso es así porque hay una gran tendencia a dudar de la validez de este sistema político apenas uno pierde elecciones y el que gana es el otro.
Entonces, ¿puede la democracia tener límite?
Por supuesto. Como todo en esta vida, llámese libertad, salud o amor; tiene límite. Mal que nos pese muy a menudo, nadie tiene la libertad de matar a su vecino, el derecho a comer mientras un vecino se muere de hambre o a matar al marido de la amante. Esto último, por amor, claro, por más que se diga que hay amores que matan.

Como se puede intuir,  en la práctica todos sabemos dónde están esos límites, que casi siempre están en el comienzo de algún derecho del otro o de los demás.
En el caso de la democracia, los límites son los delitos de lesa humanidad, aquellas decisiones de cualquiera de los poderes, sean el ejecutivo, el legislativo o el judicial, que actúe sobre el pueblo a desmedro de los derechos humanos. Esos pobres derechos universalmente aceptados pero no tan universalmente ejercidos por las democracias. Dicho de otro modo, ningún estado tiene derecho bajo ninguna condición a asesinar sin juicio previo y fuera de una estructura legal en la que exista el derecho a la defensa, a torturar, etc., cometiendo en el caso de hacerlo, delito lesa humanidad.
Hace poco tuvimos, en Uruguay, un ejemplo muy claro. La gente votó en plebiscito el no enjuiciamiento de los torturadores y asesinos de su último gobierno militar. Cuando el tema se volvió a tratar en las cámaras, muchos bienpensantes dijeron que no se podía pasar por encima de la decisión soberana del pueblo de no rever la historia del último golpe. Teniendo en cuenta lo que dije más arriba y de acuerdo al derecho internacional, ningún pueblo puede aceptar el no enjuiciamiento de los que cometieron esta clase de delitos. De hecho, se acepta que cualquier país puede enjuiciar a cualquier persona, sea cual fuera su nacionalidad, si fue parte de un gobierno que violó derechos humanos elementales como los mencionados.
Ahora nos enfrentamos con un problema un poco más complicado y es el de las elecciones de Egipto, donde ganaron sin discusión Los Hermanos Musulmanes. Este grupo político-confesional no se caracteriza por su amplitud de criterio respecto al respeto del derecho de los demás a creer en quién se les dé la gana. Basta ver los atentados que sufrieron los Coptos, que son cristianos. Pero eso tampoco autoriza al ejército, en forma corporativa, a derrocar al presidente y a hacerse cargo del estado sin tener el más mínimo derecho a hacerlo.
Como se ve, una vez más la realidad se opone a encajar en una teoría. ¡Ufa!

Que alguien trine cuando considere que la democracia no funcionó porque votó a otro haciéndole perder los privilegios de los que gozaba, o que alguien lo haga porque siente que un sistema político tiende a matar de angustia a la gente por la forma en que encara la economía, en el actual sistema democrático no le da ninguna razón o derecho. Así que, como dice la vox populi: si no te gusta andá a llorar a la iglesia.(*) O hacé un partido y ganá las próximas elecciones.

(*) Si llorar en la iglesia no es tu estilo, la democracia te da el derecho a patalear, hacer huelgas o golpear cacerolas y hasta a negociar.

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