Discusión |
Cuando algunas personas se
ven obligadas a replicar en una discusión, y no tienen mucho que decir o no se
quieren tomar el trabajo de pensar un poco, utilizan un interesante y omnívoro
argumento. Las cosas son un poco más
complicadas. Tal vez acompañada de una cara de superad@ que siempre da la sensación de que se omite mucho más
de lo que se dice, signo inequívoco de inteligencia o, a menudo, de simple
estupidez. Esta muletilla discursiva se usa, especialmente aunque no de forma
exclusiva, en el mundo sicoanalítico. Mis queridos amigos, ¡todo es un poco más
complicado! Y si uno debiera ser exhaustivo cada vez que intenta discurrir
sobre algo, el simple diálogo sería imposible.
Lo que es imprescindible leer, según algunos
Lo que es imprescindible leer, según algunos
Las nueve musas |
Hay gente que nos atiborra de
cultura y arte, ya sea en nuestras
casillas de mail como en sus blogs. Con esos medios se puede expresar lo que se
piensa, como en este mismo blog, sobre algún o algunos temas y también se pueden
transcribir recortes de la realidad o de la actividad intelectual de vivos o
muertos que nos parecen importantes o dignas de mención o, por lógica, se puede
hacer una combinación con todas esas cosas.
Pero tanto el pensamiento del
bloguero como los recortes o patchwork que pueda hacer de la realidad, que considera dignos
de ser comunicados, no tienen por qué ser apetecibles para todos. Ni tampoco
tienen por qué ser considerados, sencillamente, interesantes. El problema es que
muchos de los que escriben blogs o envían sus mails, cuando son rechazados,
consideran que la rechazada es la cultura y no ellos mismos, sus capacidades
para seleccionar o crear cosas de interés universal o al menos de alguna mínima importancia para uno.
Cada vez que pedí a alguien,
de buen modo, que dejara de incluirme en sus listas de mails sobre temas culturales, se me contestó: creí que te interesaba la cultura. Obligándome a un esfuerzo desmesurado para no contestar con alguna barbaridad.
Quiero dejar en claro que el
egocentrismo patológico, pese a lo que se cree en Argentina, no es patrimonio de ninguna nación particular de
Latinoamérica. De hecho, me pasó lo mismo con gente de Venezuela, Colombia,
Perú, Uruguay y, claro, Argentina.
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