Europa, inmersa en una crisis
de la que no puede salir, necesita desesperadamente fijar en un chivo emisario
adecuado, el culpable de todos sus males.
No parece que el fracaso del
nazismo, con su ideología racista, haya servido de experiencia suficiente para
muchas personas. Otra vez es el otro, el que vino de afuera así haya vivido
entre nosotros durante varias generaciones, el culpable de todos los males.
Anders Breivik |
Pero hay unas cuantas
diferencias con los medios clásicos
para llevar a la gente a la guerra. Ahora disponemos de las redes sociales y de
una cultura del individualismo, tal vez acentuada por la influencia del
capitalismo norteamericano y de su ideología del self made man, para producir superhéroes, estandartes ideológicos
con la capacidad y valentía como para actuar solos en defensa de sus ideas. Los
miembros de las derechas pueden masificarse a enorme velocidad y con total
impunidad en las redes sociales y al mismo tiempo actuar individualmente con
una capacidad letal que no existía a mediados del siglo XX. Como en la acción
individual del inspirado Anders Behring Breivik, en Noruega, quien con una
extraña lógica, produjo setenta y siete asesinatos de una mayoría de rubios y
jóvenes noruegos, necesaria para probar que estamos siendo atacados por los
árabes y el Islam.
Las pruebas están a la vista,
más allá de los matices ideológicos y de que muchos atentados no coincidan con
la teoría general de quién es el enemigo. Desde el atentado a la AMIA en Argentina a las torres gemelas en Nueva
York o las explosiones en el underground
de Londres y en la estación de Atocha, en Madrid.
Ya están todos los elementos
ordenados, listos para enviar a los europeos, crisis mediante como no podía ser
de otro modo, a la guerra. Con mayor razón teniendo en cuenta que las guerras,
por estos tiempos, se hacen en el país del otro. Pero yo no confiaría tanto en
eso. La caja de Pandora ya fue abierta y no hay que olvidar que en su interior sólo quedó la falsa esperanza.
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